El tropos del Héroe trágico

28.08.2014 20:31

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Literatura Rusa

En la década de 1990, la literatura rusa se dejó llevar por una libertad embriagadora, surgida de la ruptura con una época, y se adaptó a esos nuevos vientos como pudo. Finalmente, acabaron viendo la luz obras cuya publicación estaba prohibida en la Unión Soviética. En paralelo, emergió con fuerza la literatura “barata”. Entre toda esta avalancha, los escritores rusos contemporáneos simplemente se perdieron; y las letras rusas se consolidaron bien entrada ya la década de 2000, tras haber dado a conocer al mundo a una pléyade de escritores potentes que experimentaban osadamente con los géneros y las temáticas.

  • Temas e ideas

El crítico Konstantín Milchin, de la revista Russki reportior, señala con ingenio y precisión siete temas principales en la literatura rusa del siglo XXI:

1) “Personaje inmerso en una situación extrema”, es decir, una persona que pasa por la experiencia de la guerra o de la cárcel: las secuelas del conflicto de Chechenia y de procesos judiciales de gran repercusión mediática como el caso de Mijaíl Jodorkovski. Algunos ejemplos son La guerra más cruel (Galaxia Gutenberg, 2008) de Arkadi Bábchenko oPatologías (Sajalín, 2012) de Zajar Prilepin

2) La “desaparición del imperio”, la interpretación del colapso de la superpotencia soviética, la búsqueda de puntos de referencia después de su desmoronamiento y cierta nostalgia por el poder del pasado. En esta categoría figuran El cabello de Venus de Mijaíl Shishkin y El puente de piedra de Aleksandr Terejov.

3) “Los nuevos rusos”. Todo un abismo separa a un komsomol o un trabajador superproductivo de la Unión Soviética del oficinista que ha tomado su relevo.

4) “La búsqueda de la edad de oro”, es decir, de ese tiempo en el que la vieja Rus vivía bien, como en la serie de Erast Fandorin de Borís Akunin

5) “El apocalipsis actual”, el florecimiento del género de las antiutopías y las postapocalipsis. Ejemplos de ello son 2033 de Dmitri GlukhovskyEl vivo deAnna StarobinetsEl día del opríchnik, de Vladímir Sorokin o 2017 de Olga Slavnikova.

6) “Un microcosmos particular”: sobre la vida en la provincia rusa.

7) Por último, “la literatura de los sentimientos”. Este tema también había quedado apartado en la época soviética y la literatura rusa tenía que redescubrirlo. Un exponente es Manual epistolario de Mijaíl Shishkin.

En otras palabras, en el siglo XXI la literatura rusa se ocupa de asuntos importantes: reflexiona sobre su época, traza retratos de la nueva sociedad, cosquillea los nervios del lector y los somete a terapia mediante imágenes postapocalípticas. En definitiva, busca formas adecuadas a su tiempo y descubre numerosas voces nuevas.

Por otra parte, si la literatura de masas se siente a sus anchas, atrayendo a los lectores con novelitas ligeras, irónicas y divertidas, es que la actitud hacia la prosa intelectual está lejos de poder calificarse de color de rosa. Según el escritor Zajar Prilepin, la literatura rusa del siglo XXI está llena de 'presentimientos preapocalípticos'. Se distingue por su “vuelta al realismo social y crítico con la sensación, al mismo tiempo, de salida de la nación y la pulverización de cualquier criterio de moralidad y sentido común”, pero también por “la superación del joven proyecto 'antisoviético' en tanto que destructivo y que, en esencia, llegó a ser rusófobo”, considera el escritor.

  • Literatura y poder

En Rusia, antes de la Revolución, era habitual que la literatura no se limitara exclusivamente al mundo interior de sus protagonistas, sino que abordara ineludiblemente las cuestiones eternas –y, en primer lugar, cómo hacer la sociedad más humana, qué opción política sería la óptima para alcanzar este objetivo y cómo podría el país llevarlos a la práctica.

El poder, por su parte, escuchaba a los escritores y reaccionaba en consonancia con qué vientos soplaran en cada época: ahora introduciendo la censura, ahora eliminándola. En los tiempos actuales la relación entre literatura y poder es compleja y sencilla a un mismo tiempo: así, Prilepin, miembro del prohibido partido nacional-bolchevique y autor de una de las novelas con mayor resonancia y carácter revolucionario de la década de 2000, Sanka (inédita en español), está convencido de que los escritores y el poder “viven en esferas separadas”. Es decir, se puede escribir lo que a uno le plazca, pues el poder, de todos modos, hará oídos sordos. Por eso, si el escritor quiere hacer valer su postura, tiene que salir a la arena política.

“Habida cuenta que la literatura incide muy poco en la vida política, económica y social del país, una serie de escritores decidió participar en la vida pública (Borís Akunin, Liudmila Ulítskaia, Dmitri Bykov), pero enseguida todos ellos se desengañaron. Otros, como Eduard Limónov, Serguéi Shargúnov, continúan participando en la medida de sus posibilidades”, comenta Zajar Prilepin a Rusia Hoy.

  • Escritores a los que hay que seguir de cerca

Víktor Pelevin y Vladímir Sorokin

Los nombres con mayor repercusión en la literatura rusa de la década de 1990 fueron Víktor Pelevin y novelas como El meñique de Buda(Mondadori, 2005) o La vida de los insectos (Debate, 2001), entre otras, yVladímir Sorokin con Hielo (Alfaguara, 2011), El día del opríchnik(Alfaguara, 2008), Kremlin de azúcar. Su gloria y prestigio siguen vigentes al entrar en el nuevo milenio.

Pelevin, reconocido como uno de los principales intelectuales rusos, publica cada año, salvo en contadas ocasiones, un nuevo libro, en los que sigue retratando la sociedad rusa y, mediante imágenes impresionantes, explica su devenir. Sorokin, sin ceñirse a límites estéticos, mira con atrevimiento el futuro de esta sociedad, dando voz a los problemas más peliagudos.

Mijaíl Shishkin

Quizá sea el escritor ruso más laureado, poseedor de los premios literarios más importantes. Por la riqueza de su lengua y la preservación de las mejores tradiciones de la literatura rusa muchos lo consideran un clásico vivo. No le da miedo acometer obras polifónicas complejas ni verter agudas opiniones políticas. Escribe despacio: publica una novela cada cinco años. Sus principales obras: El cabello de Venus y Manual epistolario. Inédito en español.

Liudmila Ulítskaia

Su carrera como escritora empezó a una edad muy madura: Ulítskaia publicó su primer libro cuando ya había cumplido cincuenta años. Sus obras son profundamente humanistas, en ellas plantea numerosos problemas éticos tanto personales como públicos o religiosos. No es de extrañar que ahora muchos vean en Ulítskaia no sólo una excelente prosista sino también a un referente moral. Entre sus obras cabe destacar Daniel Stein, intérprete(Alba, 2013), Sóniechka (Anagrama, 2007) , Medea y sus hijos.