Gabo

02.10.2014 13:57

Gabriel García Márquez

Audio / Podcats Gabo

 

García Márquez dijo que “un escritor no escribe sino un solo libro, aunque ese libro aparezca en muchos títulos diversos”. Y agregaba que su libro había sido el de la soledad. Su segundo libro –diríamos– ha sido el del poder. O, quizás, el libro de la soledad y el del poder sean uno solo, porque la característica predominante del poder, y la más desgarradora, es esa soledad que lo envuelve siempre.

El encanto de Gabo por el poder no viene simplemente desde el momento en que él se convirtió en hombre poderoso. Siempre le gustó acercarse a las personas que detentan poder, seguro no solo para conocer los misterios que lo circundan y para influir sobre él sino, seguramente, para percibir el orgullo de comprobar que su intuición literaria se verificaba en la realidad.

Sin embargo, detrás del poder absoluto –el convencional– el cual, según Gabriel García Márquez, “es la realización más alta y compleja del ser humano, y por eso resume a la vez toda su grandeza y toda su miseria,” está el verdadero poder, el de Úrsula Iguarán, el de Bendición Alvarado, el de Leticia Nazareno, el de Manuela Sáenz, el de Luisa Santiaga Márquez Iguarán, el de Mercedes.

Y por ello ahora, cuando la memoria hace algunos años que empezó a abandonarlo, todo ese enorme poder que fue suyo y del que ya, seguramente, muy poco se acuerda, ha cambiado de manos: hoy está en las de Mercedes…

 

En vida, con su obra le dio identidad a una nación. Su muerte debería poner a pensar a sus compatriotas quiénes somos y para dónde vamos. Dibujó un lugar que se convirtió en el símbolo mágico de una nación. Pero también dibujó un destino tremebundo, resumido en una de las frases finales más célebres de la literatura, que constata el último sobreviviente de un pueblo borrado de la faz de la tierra por el viento: "las estirpes condenadas a cien años de soledad no tienen una segunda oportunidad sobre la tierra".

 

Otro jueves santo, uno sin fecha y sin tiempo, quizá hace más de cien años, se fue al cielo otra persona: Úrsula Iguarán. Esa colombiana, como Aureliano Buendía, tiene la vida eterna de Sancho Panza o de Raskólnikov. Con ellos, sobrevivirá Gabriel García Márquez por los siglos de los siglos. Y, si logra hacer gala de un mínimo de inteligencia, su estirpe. La nuestra.

 

Homenaje a Gabriel García Márquez (Gabo): Poema "La Marioneta"

Si por un instante Dios se olvidara
de que soy una marioneta de trapo
y me regalara un trozo de vida,
posiblemente no diría todo lo que pienso,
pero en definitiva pensaría todo lo que digo.

Daría valor a las cosas, no por lo que valen,
sino por lo que significan.
Dormiría poco, soñaría más,
entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos,
perdemos sesenta segundos de luz.

Andaría cuando los demás se detienen,
Despertaría cuando los demás duermen.
Escucharía cuando los demás hablan,
y cómo disfrutaría de un buen helado de chocolate.

Si Dios me obsequiara un trozo de vida,
Vestiría sencillo, me tiraría de bruces al sol,
dejando descubierto, no solamente mi cuerpo sino mi alma.
Dios mío, si yo tuviera un corazón,
escribiría mi odio sobre hielo,
y esperaría a que saliera el sol.

Pintaría con un sueño de Van Gogh
sobre las estrellas un poema de Benedetti,
y una canción de Serrat sería la serenata
que les ofrecería a la luna.

Regaría con lágrimas las rosas,
para sentir el dolor de sus espinas,
y el encarnado beso de sus pétalo...
Dios mío, si yo tuviera un trozo de vida...

No dejaría pasar un solo día
sin decirle a la gente que quiero, que la quiero.
Convencería a cada mujer u hombre de que son mis favoritos
y viviría enamorado del amor.

A los hombres les probaría cuán equivocados están,
al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen,
sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse.
A un niño le daría alas,
pero le dejaría que él solo aprendiese a volar.

A los viejos les enseñaría que la muerte
no llega con la vejez sino con el olvido.
Tantas cosas he aprendido de ustedes, los hombres
He aprendido que todo el mundo quiere vivir
en la cima de la montaña,
Sin saber que la verdadera felicidad está
en la forma de subir la escarpada.

He aprendido que cuando un recién nacido
aprieta con su pequeño puño,
por vez primera, el dedo de su padre,
lo tiene atrapado por siempre.

He aprendido que un hombre
sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo,
cuando ha de ayudarle a levantarse.
Son tantas cosas las que he podido aprender de ustedes,
pero realmente de mucho no habrán de servir,
porque cuando me guarden dentro de esa maleta,
infelizmente me estaré muriendo.

Gabriel García Márquez